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Entrevista a Jorge Tiscornia

Autor: Mauricio Bruno/CdF

Jorge Tiscornia nació en Montevideo en octubre en 1944. Militante del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros (MLN-T) desde comienzos de 1970, fue detenido en junio de 1972 y posteriormente encarcelado en el Penal de Libertad, donde permaneció hasta marzo de 1985. Días antes de su liberación realizó varias fotografías dentro del Penal, que al día de hoy constituyen el único testimonio fotográfico de su funcionamiento como cárcel política. Esas imágenes han sido donadas recientemente al CdF y forman parte de la exposición 4.646 días, que desde el 27 de julio y hasta el 10 de octubre puede visitarse en la Fotogalería Bazar (Av. 18 de Julio 885).

¿Cuál era tu relación con la fotografía previo a tu detención?

En la década del sesenta yo era estudiante de arquitectura. Milité en la generación del 68, en el Centro de Estudiantes de Arquitectura y en la FEUU. Ahí saqué fotos de muchas de las movilizaciones estudiantiles. También saqué fotos de la facultad, de algunas veces que los bomberos fueron a retirar carteles que habíamos puesto. Otras veces de la facultad rodeada por el Ejército, etcétera. Lamentablemente esos rollos se perdieron. Mis padres los tiraron seguramente después de que caí preso. También hice mucha fotografía de arquitectura. En la facultad nos mandaban a hacer trabajos al interior. Fuimos a Carmelo, a Pando, a Colonia, Mercedes, a un montón de lados y parte de lo que hacíamos eran relevamientos de la arquitectura para luego proyectar, y la fotografía era una de las partes importantes. Luego ingresé al MLN. Allí, con el tiempo fui encargado de los servicios, y dentro de ellos había dos que tenían que ver con la fotografía: uno era falsificación de documentos, que en esa época se hacía mediante fotos. Había que fotografiar todo el fondo de la cédula de identidad para confeccionar una matriz. Luego, con esa matriz, se hacían los documentos falsos, y ese era el otro lugar donde la fotografía tenía un lugar propiamente dicho. Esto implicaba sacarle fotos al compañero, hacer cédulas, pasaportes, libretas de chofer, etcétera. Eso tuvo un pico grande en seguida de la fuga de Punta Carretas, en setiembre del 71, porque salieron ciento y pico de compañeros que, si no tenían un documento, no podían andar en la calle. Yo participé de la fuga apoyando desde afuera, y ese día pasé a la clandestinidad. Luego caí preso, en junio del '72, y estuve detenido hasta el 10 de marzo del '85.

¿Como llegaste a fotografiar dentro de la cárcel?

Bueno, en la cárcel la fotografía para mí no existía. Durante casi todos los años de la cárcel nunca tuve una cámara. Lo que yo sí tenía era un afán de registro que fue quedando en los almanaques que hice durante toda mi detención, registrando acontecimientos personales y otros más de la vida de la cárcel. Son almanaques que tienen algunos dibujitos como referencia y que registran acontecimientos como muertes, cuestiones de reglamentos, visitas, etcétera. Ese registro yo lo llevaba no me preguntes por qué. Me lo han preguntado mil veces y a lo que vuelvo es que soy desmemoriado en sí mismo y capaz que esos registros compensaban eso. Soy desmemoriado pero a su vez cuando pasa algo quiero tener la certeza de que fue en ese momento y no en otro. Me gusta tomar registro como una forma de tener un lugar al cual recurrir cuando vos querés hablar de algo.

¿Y desde ahí pasaste al registro fotográfico?

Claro. Yo pasé 10 años detenido en el piso 2, en el sector B. En el año '84, cuando el Penal se venía vaciando, me cambiaron. Había una comisión de mecánica dental manejada por los presos, que hacía las prótesis para los compañeros, pero se empezó a vaciar porque los compañeros salían en libertad y quedaban un montón de trabajos sin hacer. En ese momento llevan a un compañero que era dentista, Jorge Beca, que murió hace poco, al quinto piso para que volviera a poner en funcionamiento el taller. Entonces él fue. Salir del segundo piso e ir al quinto era una oportunidad que no había que desaprovechar. Pero cuando llegó dijo que él solo no iba a trabajar y que precisaba gente. Entonces dijo que en el segundo piso había gente que quería trabajar, fulano, mengano, zutano, y nombró a cuatro, entre los que estaba yo, de los que conocía que teníamos buena manualidad. Y ahí me llevaron al quinto piso. Allí conocí un mundo nuevo, que no tenía nada que ver con el segundo piso, donde vos pasabas todo el día encerrado, salvo una hora de recreo. En el quinto piso la puerta estaba abierta, había trabajo, la gente podía charlar en la celda de otro. Eran otras condiciones y otra época, ya el final de la dictadura. Ahí me enteré que había una comisión de fotografía, de la cual me tendría que haber dado cuenta antes, porque yo tengo una foto que me sacaron en el '75 en la puerta de la celda. Muy probablemente esa foto la deben haber sacado esos compañeros que, por orden de los militares, sacaban fotos de los presos cuando ingresaban y cuando salían de la cárcel. En esa comisión de fotografía había un compañero que era muy amigo mío. Luis Alberto Machado, el Chacal. Y empecé a conversar con él, qué hacían en la comisión, cómo, cuándo tenía la cámara, cuándo no, si se la daban a veces o la tenían siempre ellos... Y un poco empecé a investigar si él ya había sacado fotos del penal y llegué al convencimiento de que no, que si las hubiera sacado me hubiera dicho. Y un día le propuse ¿me prestás la cámara? Y me respondió que no, que yo estaba loco. Le dije que lo pensara. Internamente sabía que no me lo podía negar, por la relación que teníamos. Si yo corría un riesgo él lo iba a correr conmigo. Pasaron los días, las semanas, y el gordo no decía nada. Hasta que tres semanas después más o menos, abrió la ventanilla de mi celda y me dijo tomá, es tu responsabilidad. Me dio un paquetito que tenía la cámara. Él estuvo bien, porque lo hizo cuando vio que lo podía hacer. Tomó todas sus precauciones y después que yo me encargara de cuidarla y de que no cayera.

¿Cuánto tiempo tuviste la cámara?

Fue prácticamente un día. Un poco menos de un día. Me la dió cerca del mediodía y se la llevó al otro día de mañana temprano. Era lo que podía hacer porque era el máximo tiempo que la cámara podía estar fuera del taller de fotografía. Ahí me la dejó. Yo recuerdo que iba a sacar una foto del recreo, abajo, que justo era en ese momento y no me animé, porque había un montón de compañeros y militares cuidándolos, atentos a todo lo que pasaba. Y el brillo de la lente podía delatarme. Cuando terminó el recreo, con las cosas más controladas, porque la mitad de los militares iban a comer, saqué una panorámica que da al Este, con el apoyo de mi compañero del celda, que aguantaba la puerta y trancaba la celda por las dudas. Busqué sacar bien allá atrás el locutorio dónde teníamos las visitas y recorrer hasta el Sur, lo que se pudiera, en una ventanita que era chiquita. Esas son las primeras panorámicas. Luego, ya solo, porque no podíamos cruzar los dos para no llamar la atención, fui a unas celdas que estaban vacías en el ala que estaba enfrente, la que da al oeste. Ahí saqué fotos más rápidas, porque no tenía el apoyo de mi compañero. Traté de sacar cosas que me interesaban, por ejemplo las torretas, los parlantes por dónde venían los informativos, el tanque de gas, la parte de la leña y un lugar donde se quemaron libros, la cocina, pero esas fueron fotos más rápidas. Luego hice otras fotos en la comisión de radio, que pasaba noticias, música, y que también funcionaba en el quinto piso. Eso era de tardecita y yo me había ofrecido para ayudarles. Lo que hacías era ir al primer piso, a un celda que estaba abierta, donde había un transmisor. Colocabas el cassete, prendías y emitías. Yo hacía eso y saqué fotos mientras lo hacía, medio a las escondidas. Ahí saqué tres o cuatro fotos. Y sin embargo recién ahora me estoy dando cuenta que las fotos que conservo de ese lugar no son las que saqué yo, porque la numeración no coincide con las de las otras. Yo especulo que, visto que hubieron fotos que a mi no me quedaron bien, el Chacal enmendó el error a posteriori, poniendo otro rollo y sacando fotos nuevamente y me las dio juntas, sin decirme nada.En la noche hice fotos del interior de la celda, con la luz artificial que teníamos. Hice varias de la cucheta y la ventana, otras de la biblioteca y la mesa, otras del water closet y la pileta, y una desde la cucheta de abajo hacia la puerta de la celda. Finalmente hice la foto nocturna del exterior hacia el este, donde se ve la iluminación del penal y las luces de Libertad. Al otro día temprano le devolví la cámara al Chacal y al mediodía me trajo los negativos, cortados de a dos. Cuando iba a salir de la cárcel me confeccioné unos cartoncitos que ahuequé y dentro coloqué las tiritas de negativos. Les puse mi nombre a los cartoncitos y a modo de tarjeta los ubiqué en los bolsos que tenía y con los que salí en libertad llevándome mis cosas.


 
¿Qué fue de las fotografías posteriormente?

Inmediatamente no les di mucha importancia. Quedaron ahí. Luego, una vez discutiendo con compañeros acerca de cómo era este o aquel aspecto de la cárcel me acordé y dije pará, si yo tengo las fotos. Ahí las fui a buscar y me di cuenta de que no estaban todas. Tenía de las fotos de los exteriores pero no las de adentro de la celda, y pensé que seguramente se habían perdido en el trasiego de mover de aquí para allá los bolsos. Tiempo después de qu e murió mi padre, allá por el 2007, mi madre me dio sus cosas para que revisara que había y allí encontré el resto de los negativos. Estaban dentro del estuche de una máquina de afeitar, perfectamente conservados.

 
¿Cómo nace la iniciativa de hacer la mu estra y donar el archivo al Centro de Fotografía?
 
La iniciativa de la muestra es de José Pedro Charlo en el marco de su película El almanaque, que filmó acerca de los registros de diferentes acontecimientos que llevé durante toda mi prisión. A la presentación de la película se le sumaron esta exposición, que muestra los almanaques, una reproducción de las celdas y todas las fotos sacadas clandestinamente en el Penal. Saldrá también un libro conteniendo la reproducción de los almanaques. La donación de los negativos es la consecuencia lógica de la necesidad de la memoria y su correlato, la conservación. Las actividades desarrolladas por el CdF lo indicaban como el idóneo para cumplir con esos objetivos.