Notas Críticas

Gremio a la vista. Encuentro sobre fotoperiodismo en el aniversario de la diaria

Autor: Gabriel Lagos / la diaria

Este artículo fue publicado por la diaria el día 25 de marzo de 2011

Parecía un evento realizado por y para fotógrafos, pero convocó a una audiencia amplia y variada que intervino desde muy distintos ángulos. Organizado por el Centro Municipal de Fotografía y la diaria (como parte de los festejos por los cinco años de este medio), Fotoperiodismo en palabras: un encuentro para ver, escuchar, intercambiar se transformó en un foro donde se discutieron problemas que atañen a la labor de los fotógrafos de prensa, pero también asuntos que atraviesan al periodismo y a los medios en general.

Por ejemplo, todos los expositores presentes -el brasileño Tadeu Vilani, el argentino Gonzalo Martínez y el uruguayo Pablo Porciúncula, moderados por el editor de fotografía de la diaria, Sandro Pereyra- dieron cuenta de la tensión que existe entre lo que el fotoperiodista desea expresar y lo que finalmente se publica. La figura “culpable” o mediadora puede ser un editor -como en el caso de Vilani, quien refirió a una situación de angustia colectiva producida por los criterios de su superior en el periódico Zero Hora- o la orientación del medio para el que se trabaja. La estrategia del brasileño para sortear esa valla implica la autosuperación constante: “sorprender al editor”.

Fue polémica, en este sentido, una afirmación de Martínez acerca de la política que rige en el periódico Página 12, donde es uno de los editores fotográficos: “La presidenta tiene que salir siempre linda y si es un medio de la oposición, tiene que salir fea”. Desde el público, su colega Matilde Campodónico, antigua colaboradora de El Observador y actual corresponsal de AP, le cuestionó a Martínez que permaneciera trabajando para una empresa cuyos objetivos no comparte. La respuesta del fotógrafo dejó claro que estaba intentando dar cuenta de manera extrema del tipo de dilemas que deben enfrentar diariamente los fotoperiodistas, y -para evitar un asunto tan serio como la belleza de Cristina- desafió a los fotógrafos presentes a intentar colocar una imagen de fútbol sin la pelota en el cuadro.

No exactamente en otro extremo, pero sí en otro plano de este debate, se ubicó Porciúncula -ex Tres, La República, editor de AFP y docente en la Ucudal -, quien ante una pregunta del público manifestó que no creía que hubiera un punto de vista latinoamericano en el área del fotoperiodismo, y que ello tenía como consecuencia positiva la posibilidad de ejercer una gran libertad a la hora de adoptar una mirada particular.

En la misma respuesta, Porciúncula aludió, sin embargo, a la desilusión que sufrió un grupo de fotógrafos europeos cuando se encontró con la producción actual de Brasil: dado el empuje económico del país, esperaban encontrarse allí con “la nueva fotografía latinoamericana” y en cambio se toparon con “los temas de siempre”: pobreza, violencia y religión. Más allá de si realmente ésos son o no los verdaderos temas, no ya de la fotografía, sino de toda la producción intelectual del continente con mayor desi-gualdad económica del planeta -algo que parecería reafirmar una apreciación conexa del propio Porciúncula, para quien los fotógrafos de la región parecen no mirar a sus semejantes, sino siempre a gente que pueden ver “desde arriba”-, su intervención puso de manifiesto un acuerdo implícito entre todos los expositores: el fotoperiodismo estaría mejor definido por intereses temáticos que por técnicas o estéticas (puesto que lo último estuvo ausente de las discusiones).

Los cambios tecnológicos, en cambio, estuvieron presentes desde la convocatoria. La posibilidad de filmar que poseen las cámaras digitales, unidas a la necesidad de contar con una cobertura multimediática que ha tomado a la prensa (ya no hay diario sin web), han obligado a muchos fotógrafos a transformarse en periodistas audiovisuales. Pros (ampliación del campo) y contras (dispersión de la concentración) fueron mencionados, pero los buenos ejemplos estaban a la vista: todos los trabajos proyectados en la sala aparecían organizados como sucesiones de imágenes cuidadosamente montadas y musicalizadas, o directamente eran producciones en video, como el trabajo sobre un complejo de minas en Río Grande do Sul que compartió Vilani.

También fue transitada la oposición “texto/imagen”, que en este campo se manifiesta como “redactor/fotógrafo”. La creación de una agenda independiente de las necesidades de los periodistas, la confianza en las posibilidades de la foto como herramienta completa de comunicación y el obstáculo que para una interpretación libre de las imágenes supone una leyenda tendenciosa fueron algunos de los temas que emergieron. El caso más extremo lo proporcionó Martínez, quien contó que para combatir la distorsión de la palabra escrita en la muestra anual que promueve la Asociación de Reporteros Gráficos de Argentina (que él presidió) se exhiben las fotos sólo con datos concretos del evento que representan, para evitar una lectura errónea de las imágenes.

Esa exhibición convocada por el gremio también es uno de los caminos que propuso el argentino para evitar los constreñimientos de las empresas periodísticas y de sus editores. Para Porciúncula la solución es el desarrollo de proyectos personales, en tanto para Vilani el truco reside en la mencionada “sorpresa al editor”.

Lo que podría ser interpretado como un reclamo de los fotoperiodistas sobre la segunda parte del término que define su profesión fue captado por una asistente, quien les preguntó a los panelistas si no es un obstáculo para sus reivindicaciones que la formación como fotógrafo sea independiente de la formación como comunicador (cosa que, confirmaron los asistentes, ocurre en los tres países de la región). Porciúncula se puso a sí mismo como contraejemplo, ya que comenzó su carrera siendo redactor, en tanto Pereyra reconoció que a veces los fotógrafos son perezosos a la hora de profundizar sus conocimientos sobre periodismo en general. De todos modos, hubo acuerdo en que “se hace camino al andar” y en que, tanto partiendo desde la fotografía como desde la comunicación, hay que recorrer el otro sendero si se quiere ejercer la labor integralmente.