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Entre el corazón y las tinieblas. Entrevista a Mario Marotta

Autor: Alexandra Nóvoa / indexfoto

 

“…después de casi 14 años, vuelvo a mostrar mis trabajos fotográficos,…no tengo mucho para decir sobre ellos,…solo es parte de algunas ‘cosas’ de relativa importancia en mi vida, como comer, trabajar, caminar, respirar,…en fin,….lo que todos hacemos….
…estos trabajos,- la mayoría nunca exhibidos e inéditos -,…simplemente,…son,…- mi forma de ver -… y concebir esta ‘cuestión’ de la fotografía.
Fotografiar, cortar, pegar, ponerle colores a algunas, manipularlas, volver a fotografiarlas,…en fin,…no hay misterios,…de una foto, sale otra, y otra, y otra,…hasta que me digo,…’bien’,… y de entre cientos de trabajos archivados en el baúl del tiempo, he elegido estos,…- trabajo solo para mí -,… las consecuencias o interpretaciones del mismo,…ante quienes las vean,…sean cuales sean, …me son tan insustantivas,…- como paradójicamente -,…importantes… y…siempre bienvenidas.
Aquí comienza mi …REHABILITACIÓN”.
 
Mario Marotta, texto de la muestra "Rehabilitación".
 

Tengo entendido que esta muestra (1) es el resultado de años de trabajo...

Sí, de muchos años. Es un trabajo muy personal que lo vengo llevando a cabo desde el ‘98 hasta ahora, incluidas un par más antiguas, hay una del '92. De una selección de cerca de trescientos cuarenta trabajos llegué a esto. Los hago para nada, es decir, para mí, como hobby... Es una cosa para mí intensa, digamos que soy celoso de este trabajo, porque son cosas muy sentidas. Todas tienen -siempre hablo a título personal- significados “x”. Y bueno, la exposición, la miro por donde la miro, cualquier bloque es como una especie de película de una parte de mi vida, es la octava muestra que hago.

¿Están dispuestas cronológicamente? Lo digo por la fotografía “Origen” de tus padres en un extremo de la sala...

Eso es un detonante, de una parte, espiritual, como todo el resto, no están expuestas cronológicamente. Hace casi cuarenta años que yo vivo de esto, y nunca les había dedicado nada a ellos. Mi madre falleció hace casi dos años, mi padre, gracias a quien rige los destinos del universo, aún está vivo y pensé en dedicarles esto, en particular a mi mejor amiga, un homenaje a ella, o mejor dicho a ellos. Pero después todo lo demás son cosas “x” que me han sucedido y ya te digo, todas tienen un significado. Lo que me resulta extraño es que he tenido un feedback interesante en cuanto a las interpretaciones que le dan otras personas, cosas que ni se me pasaban por la cabeza... No hay misterios. Para mí la fotografía no es algo trascendente en mi vida, para nada trascendente. Será porque vivo de ella desde los diecisiete años, saco fotografías desde los trece, miro, no lo sé, dos mil fotografías por día por mi trabajo de editor y jefe en el diario “El País”. Para mí la fotografía es algo más de la vida. Algo más y muy menor te diría. Absolutamente nada en el noventa y nueve por ciento o más, en mi tránsito vital por este mundo. Es peor que la televisión, para mí, de hecho no miro tv, ni siquiera tengo cable.

¿Y qué cosas sí considerás prioritarias?

Y por ejemplo, me parece absolutamente prioritario obviamente comer, caminar, respirar, sentir, tener un lindo momento con una mujer... Todas esas son cosas realmente maravillosas. No la fotografía. Ni se me plantea siquiera el concebirla como “arte”. Para mí es un término absolutamente esnobista que se ha dado con algo que para mí es una disciplina con un poquito más de doscientos años y que hoy, debido al auge y promiscuidad de esta disciplina, todos son fotógrafos y todos son artistas, y más aquí en el sub-mundo, que es el lugar que considero al que pertenecemos. Y todo eso ni me va ni me viene. No integro grupos, no pertenezco a nada, no tengo charlas con fotógrafos, no hablo de fotografía, me resulta muy tedioso hablar de fotografía. Soy un estudioso desde niño, desde muy niño de la fotografía, como de la pintura, como de la música, como del cine. Y ya te digo, la fotografía no... No lo sé, por ejemplo conmigo mismo -yo soy bastante riguroso- llegó un momento en que dije “ya está, llegué a un límite, más no puedo dar en fotografía, llegué a mi límite”. Cuando comencé a notar que me repetía y me repetía, y veía que mis fotos -las personales, que las puede tomar cualquiera con un juguetito japonés, no las que hacía por encargo, que ya no hago más hace muchos años- no me decían ni dejaban nada, no me movían un pelo, no me conmovían. Es como decir “esta mujer no puede estar al lado mío”, o “yo no puedo estar más al lado de esta mujer”. Y en un momento pensé “no hago más fotografías”. Y era un pequeñito conflicto. Pero siempre me gustó pintar, dibujar, y ahí empecé a trabajar sobre mis fotos, a manipularlas, a pintarlas completamente. 

¿Habías visto trabajos que te dispararon esa idea?

No. La idea ya venía hace tiempo de las fotos antiguas, aquellas que cuando era niño sacaban en "Pablo Ferrando", "Óptica Ariel", en donde fuera, y era lo que le llamaban “iluminación”, que coloreaban la foto. El disparador fue esta gente que iluminaba las fotos así. Y entonces empecé a iluminar mis fotos, a colorear mis fotos, a trabajarlas como quería mi mente. Inclusive aquí hay un punto de quiebre también, porque hay una foto que es sacada de un boceto de una pintura mía, que hay una mujer que está desnuda, por lo tanto es incuestionable que es una foto. Cuando empecé con eso, lo hacía de una manera muy cerebral. Y vi una foto de William Klein que tenía textos en algunas fotos y estaban los bordes marcados con colores intensos, pinceladas salvajes. Utilizaba tempera. Y bueno, después empecé con cosas al principio tímidas y después a largarme con todo, a pintar mis fotos, y hay un momento en que empiezo a sentirme conforme. Digo “esto está bien”, es decir, comienzo a ver nuevamente, en colores...

No veías de tanto ver...

De tanto ver y con respecto a mí mismo. Cuando tu imagen frente a un espejo te provoca rechazo, ¿qué decís?, o rompo todos los espejos, o me hago una cirugía estética -obviamente no estoy para eso- o chau, no me miro nunca más a un espejo y que sea lo que Dios quiera. Y ahí el hecho de poder trabajar, y romper y pegar y pintar con pinceles y con los dedos, que me gusta mucho, lograr los colores y formas que mi mente desea, es estimulante, es un trabajo bastante libre...

Todo lo contrario a cerebral, como un proceso de liberación...

Obvio, es como todo. De esos primeros trabajos, como de veinte años atrás, no hay ninguno aquí. Al principio los miraba y me entraban a repeler... Y después empecé con estas cosas, que son muy sentidas. El noventa por ciento te diría que son muy primales, entre diez comillas, a nivel de un planteo estético, son muy salvajes en cuanto a que me importa solo que finalmente queden bien para mí, poder decirme “ahora sí”.

Los rojos que empleás en algunos de los trabajos expuestos me hicieron acordar a ciertas pinturas de Ernesto Sábato, en las que también son furiosos...

Hay una por ejemplo, que son dos cabezas de unos corderos, que se llama “Lo que Dios ha unido el hombre los separa”, que de ese yo había hecho dos o tres experiencias. Y esa y dos fotos más que están acá, parte del rojo obtenido fue logrado con mi sangre, sí literalmente. De esa forma hice como cuarenta trabajos, más o menos. Con la de los corderos, yo estaba trabajando dos o tres paralelamente, y los resultados a los que estaba llegando no me convencían mucho. Y una noche estaba escuchando un disco de Miles Davis y con una trincheta me corté acá [señala el brazo, cerca de la muñeca]. Salía muchísima sangre, y la empecé a derramar sobre la impresión. Todo esto fue en una noche, lo terminé como a las siete de la mañana. Pasó una cosa extraña que fue que al rato -me acuerdo que me había puesto una gasa con agua oxigenada- el trabajo estaba quedando con unos colores que ya no me gustaban y la sangre pegajosa, casi seca. No me convencía el color, aunque sí había llegado a algo que me conmovía, me decía “bien, por acá va la cosa”. Pero el color no era, se había convertido en una especie de mancha ocre, como tirando a un color óxido. Y ahí tenía unos acetatos, y pensé “voy a hacer algo, a ver qué pasa”. Y agarré (sin rumbo ni critero) un frasquito de goma escolar transparente y lo vacié en el acetato, junto con agua. Volví a sacarme la gasa y de vuelta hice lo mismo. Inmediatamente tomé el acetato de celuloide, se lo metí arriba, lo pegué y maravilla, o sea, quedó como quería. Y las dos que están al lado, que una de llama “Niagára”, que son mis cataratas personales y otra que se llama “Iguazú” también parte de los rojos están hechos con este proceso, mezclado con acrílico. Yo hacía tiempo que venía buscando un nivel de color, que me obsesionaba mucho... Me imaginaba ríos y otras cosas, tenía un rollo con eso. Yo estaba haciendo mis fotos, las que estaban en mi cabeza las estaba llevando a un plano pictórico, y en la feria me acuerdo que había comprado unos cajones con los que hice asado. Y en la noche había quedado la ceniza, y mezclé cascola con ceniza, en una mezcla muy compacta, agarré una espátula y la pasé sobre un pedazo de madera mojada. Al otro día estaba toda seca, era un grisáceo oscuro, le di una mano de acrílico y ahí empecé a trabajar con acrílico directamente tirado del pomo, me corté de vuelta y ahí se dio lo que quería. Y así hice de veinte a veintiún trabajos, que salvo dos, los regalé todos.

Es una imagen nacida de tu dolor. Tiene algo de ritual...   

No sé... un cortecito con una gillette no te duele nada... En todo caso te diría que al principio era un insignificante dolor complaciente. De hecho vos te caés, te pegás contra una puerta y es infinitamente más doloroso y todavía te deja secuelas. Nunca barajé el asunto del dolor, ni me cuestionaba un segundo cortarme con una trincheta, para nada. Nunca estuvo en mi mente. Cuando ya los resultados eran concretos, no existía dolor alguno, solo era a ver dónde cortarte de vuelta, nada más. Eso es por ejemplo en una de las series. El secreto es usar buenos acrílicos. Con un cadmio, un amarillo y un poco de sangre los efectos son increíbles.

¿Siempre partís de fotografías? Porque en algunos casos hay que esforzarse para ver la parte fotográfica, que a veces es ínfima y queda cubierta por la intervención...

Sí, hay una que se llama “Bokor” algo que había visto en un documental, que es un espíritu en África...

En esa línea hay dos que se llaman “Kurtz”, el protagonista de “El Corazón de las tinieblas”, de Joseph Conrad. Es África profunda...

Claro. Es un homenaje a Conrad, que termina en “Esto es lo que somos”, que es Kurtz mirando azorado. Ese es un trabajo muy sentido para mí, absolutamente autobiográfico, como toda la muestra, está todo rayado, y todas esas rayas tienen mi nombre y cada una de las fotos tiene su particular significado. Y es por un lado un homenaje a uno de mis escritores favoritos y a uno de mis libros favoritos. Y un homenaje a mí mismo. Y bueno, que cada uno después saque sus conclusiones. Yo me encontré con este autor cuando tenía unos veintiún, veintidós años. Y bueno, hasta el día de hoy lo sigo leyendo, como sigo leyendo “La línea de sombra”, también de él, que es absolutamente desgarradora. Después por otro lado mucho cine, soy un enfermo del cine, me produce admiración ver fotógrafos de cine, en algunos casos... Ahora, ese Kurtz es un personaje muy intenso y yo me siento muy identificado con eso. Y esa grande fue el final de una serie de las primeras cuatro que hice ocho años antes. Entonces es un proceso intelectual primal -todos son procesos intelectuales- totalmente salvaje, primitivo, como considero que deben ser los procesos intelectuales buenos. No sé, si comés lo hacés con ganas, si hacés el amor lo hacés con ganas...

Volviendo a lo que decías, lo del trabajo menos cerebral. ¿Qué fue lo que hizo que cambiaras tu actitud frente a la fotografía?

Es menos cerebral en el sentido de que es mi vida, la que considero nada excepto para mí. Lo que pasó fue primero el tedio con respecto a mí mismo. Yo trabajaba mucho en tapas de discos (2), laburo del cual puedo decir que sí estoy en parte orgulloso de algunas de las que hice, en en otros rubros de mi trabajo, hay para todos los gustos. Para mí era muy fácil. Pero bueno, tenía una ética, la tengo, con respecto a eso. Y a mí las fotos me tienen que mover por lo menos algo. No hay más misterios que ese. Digo que no hay nada cerebral porque es parte de mi vida. Es decir, yo no vivo calculando las cosas que pasan, todo, todo. No, no es así. Las cosas están, suceden. Dijera Marco Aurelio: evidencia, está todo ante tus ojos. De hecho, hay un proceso intelectual en todo lo que hacemos. En mi caso no me cuestiono esas cosas, no me hago un planteo psicológico de lo que hago. O sea, voy en búsqueda de a veces ni sé qué. Y va mutando, mutando. Y de repente está. “Puerto Príncipe”, nunca estuve en Puerto Príncipe. No importa. No importa ni el tiempo ni esto ni aquello. Una persona me preguntó por el retrato de un chico, Astor: “¿Qué tiene que ver Astor?”, “Mirá, tiene que ver lo que yo veo”, “Sí, pero qué ves?”, “Tiene que ver lo que tú no ves”. Es tan simple. Lo que te digo es que ese chico, que es mi hijo menor, es los colores de mi vida, y lo puse en blanco y negro y no tiene ninguna intervención. Es la foto más pura de todas, porque es puro. Esto es simplemente eso. Lo demás, sacá vos tus conclusiones.

¿Con las intervenciones buscás llevar la fotografía a un terreno más cercano al de tu cabeza? Porque evidentemente la toma por sí sola no te basta…

Por ejemplo tenés “Bokor”, que de fotografía tiene solamente una parte de una dentadura de algún animal que estaba en la playa. Todo lo demás está hecho en papel de diario iluminada con acrílico. Yo no lo vi, nadie lo vio, ningún africano, es una leyenda como te dije y bueno, mi cabeza llegó a eso. Es tan simple como eso, y me gustó el resultado.

En este caso, la fotografía cada vez más se aleja de lo “real”, una idea con la que viene asociada desde siempre...

Ahí entramos en un campo que para mí es medianamente importante. Está lo que percibimos, pero también está el mundo que vos llevás en tu cabeza. Y no hay realidad más grande que esa. Ni siquiera lo que ves es real. Lo que está dentro tuyo, para mí, sí lo es. Por formación y por deformación, siempre estuve viendo fotografías, desde mi más tierna infancia, en mi casa mi abuelo era suscriptor de la Revista “Life”. Y en un momento siendo muy joven tenía una gran admiración por algunos fotógrafos. Después, gracias a que tuve la suerte de viajar... Realmente hay un solo fotógrafo que admiro, y después los demás, alguna cosa de alguno cada tanto me pueden llegar a tocar algunas fibras...

¿Cuál es ese fotógrafo?  

Robert Frank. Después, los demás, qué querés que te diga... Yo a esta altura ya estoy viejo, tengo cincuenta y cinco años, cuarenta que vivo de esto... Ya no me venden ninguna. Mi vida es el corazón de las tinieblas. Y yo soy Kurtz, y yo soy Marlowe... 

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1.Rehabilitación”. Desde el 27/07/2012 hasta el 10/10/2012 en [CdF Fotogalería] Bazar.

2. Realizó fotografías y tapas de discos para Jaime Roos, Opa, Hugo Fattoruso, Las Tres, Jorge Galemire, Los Olimareños, entre otros.