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Entrevista a Guillermo Baltar, curador de “De Cajón: Fotografías Encontradas”.

Autor: Alexandra Nóvoa / indexfoto

Recientemente terminó de exhibirse, en el Centro Cultural de México, la muestra colectiva “De Cajón: Fotografías Encontradas” (tercera edición), organizada por la Revista Dossier con la curaduría del Lic. Guillermo Baltar Prendez. Estas instancias se caracterizan por reunir obras de autores provenientes de diversos ámbitos de creación y de formación, con visiones muchas veces disímiles del empleo de la técnica fotográfica. En esta oportunidad participaron Luis Alonso, Mario Batista, Gustavo Castagnello, Lilián Castro, Lucía Cruz, Valentín Enseñat, Sylvia Lautaret, Laboratorio de Cine-Fac (Teresa Puppo, Ana Clara Talento, Marcelo Barufaldi, Carolina Noblega, Noel Ugalde, Inés López, Guillermo Zabaleta), Brian Mackern, Rosana Malaneschii, Doris Ryffel Rawak, Carolina Scavone, Alejandro Persichetti, Nancy Urrutia, Nicolás Vidal, Paula Colonna y Fausto Castellanos. En esta entrevista, Baltar expone su visión acerca de la producción fotográfica nacional, los vínculos entre los lenguajes creativos, la necesidad de generar propuestas alternativas e inclusivas de exposición, entre otros aspectos. 
 

¿Cómo surge "De Cajón" y qué propósitos persigue ésta muestra?

Surgió a través de una propuesta de la Revista Dossier -en donde escribo sobre fotografía- , el Espacio Cultural de México y también se contó con el apoyo del Centro de Fotografía. La idea inicial era organizar una muestra individual de algún fotógrafo nacional. Pero sobre la marcha transformé la idea. Quise ampliar la perspectiva desde el mismo espíritu de la revista: divulgar la mayor cantidad posible de nuestros artistas, así como también la diversidad temática de sus producciones. Por entonces estaba realizando un ciclo extensivo de entrevistas, y siempre, al ver el material que me mostraban, había mucha obra que quedaba perdida. Cosa que también sucede con mis propios trabajos visuales. Así nació “De Cajón”, como un intento por rescatar aquél material que por una u otra razón había quedado en suspenso, detenido u olvidado.

¿Qué preguntas te surgieron al momento de organizar la muestra y cómo fue la elección de los autores que la integraron?

En España trabajé mucho en la organización de eventos, en la gestión cultural… esto no era extraño para mí. A mediado de los ‘80 organicé en Montevideo diferentes ciclos de conciertos de rock, exposiciones y performances, y participé de otros tantos. Poco a poco fui incorporando ideas nuevas. Quería hacer algo que además fuese fresco, independiente de ciertos corporativismos que se dan en el mundo del arte y la cultura. Tuve el deseo de mezclar fotógrafos de reconocida trayectoria con otros mucho más jóvenes, así como también el de incorporar artistas que, proviniendo de otras ramas creativas, trabajaran -o lo hubiesen hecho- con la imagen fotográfica. Siempre manejo la misma premisa. Hay un núcleo principal compuesto por alrededor de siete u ocho fotógrafos, digamos “considerados”, ya que la palabra “consagrados” no me gusta. Alrededor de ellos se nuclean otros ocho o nueve, según la cantidad de convocados. Entre estos últimos hay nuevos fotógrafos, y también artistas de otras disciplinas. Hasta la fecha han pasado músicos, diseñadores gráficos, poetas, artistas plásticos, cineastas, también integrantes de la Fundación de Arte Contemporáneo (FAC). Son ya más de sesenta artistas los que han exhibido sus obras. En cuanto a la elección de autores la voy haciendo espontáneamente, e incluso a veces varío sobre la marcha, ya sea porque aparece algún autor que me sorprende, o por tratar de diversificar las temáticas abordadas. También trato de priorizar autores, que no tienen presencia constante en ciertos circuitos expositivos. De todas maneras, no tengo ningún ánimo de exclusión, todo lo contrario. Cada año, al finalizar “De Cajón”, ya tengo al menos diez o doce nombres confirmados para la próxima edición.

Las ediciones de “De Cajón” comparten siempre el entramado de lenguajes y el distinto manejo de la fotografía. Este año, por ejemplo, comprende instalaciones, poesía, videoinstalaciones, impresión sobre tela, materiales fílmicos, y en sí artistas plásticos que eligen la técnica fotográfica para expresarse. ¿Cómo ves esa relación arte-fotografía y viceversa en nuestro medio?

Hace dos o tres años, el fotógrafo español Manuel Vilariño vino a exponer en el Museo Blanes. Conocía su obra y teníamos amigos en común. Lo entrevisté para Dossier e hice hincapié en una frase que había declarado a otros medios de prensa: “la fotografía es el campo expandido del arte”. Hablamos sobre esto. Creo que su frase sintetiza lo que también pienso. Una frase concisa, que si se analiza, apunta hacia muchas direcciones. La historia del arte ha sido también la historia de la confrontación, a veces enriqueciéndolo, a veces banalizándolo, cuando no estupidizándolo. La relación de la fotografía con el resto de las artes plásticas me parece que fue, ante todo, la resultante de una indefensión conceptual por parte de la primera. Es curioso, porque ni Duchamp ni las vanguardias del XX ponían en entredicho su valor intrínseco. Creo que la cosa vino mucho después, incluso ya superado el pictorialismo, sobre todo tras la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, cuando el fotoperiodismo adquiere un papel predominante, y todo parece girar sobre el espectro esencialmente documental, así como también el advenimiento del ámbito propagandístico, que ya no era sólo político, sino también publicitario. Hoy por hoy, tras el impacto de los medios audiovisuales y el desarrollo constante de nuevas tecnologías, hablar de arte y fotografía suena tanto anacrónico como paradojalmente necesario. Como docente de una escuela de fotografía percibo ciertas cosas, mientras que como docente de una Universidad de Diseño percibo otras. Lo que está claro es que no cualquiera que posea una cámara y dispare es “un fotógrafo”, así como tampoco quien maneje dos o tres programas de diseño es un diseñador, o quien utilice cierta cantidad de pinceles o pinte dos o tres stencils chapuceros, es un artista. En todo caso sí te puedo decir que veo demasiada obra sobrevalorada, tanto a nivel nacional como internacional. Y esto vale también para todas las disciplinas del arte.

¿Cuál es tu intención al convocar diferentes lenguajes vinculados a la fotografía?

Democratizar el circuito de exposiciones, que en la mayoría de los casos queda supeditado a ciertos núcleos de poder, tanto del ámbito privado como del público.

¿Encontrás tendencias predominantes en la fotografía local?

Las tendencias varían según los grupos generacionales. Eso mismo hace que subsista una multiplicidad de hallazgos y también de fracasos. Cada generación incorpora diferentes referentes, lo que a veces es saludable y otras veces un problema. Encontrar la “voz autoral” es lo más difícil, sobre todo en un momento donde mandan los estereotipos y las tendencias que construyen las usinas del consumo. Pero esto no sólo pasa en la fotografía, sino que se expande hacia todas las ramas del quehacer artístico.



¿Consideras que las instancias “De Cajón” son representativas de la producción fotográfica en Uruguay?

Por lo expuesto, la producción nacional es múltiple y diversa. Es extremadamente buena, pero también puede ser extremadamente mala. Tan concisa como confusa, así como también lo es la búsqueda de una nueva identidad nacional.