Hechos en desechos:
Lo que importa es la imagen (no la realidad)
Esta nota trae a la luz una de las polémicas principales que se está discutiendo en las redes sociales y otros medios de comunicación digital, y que a la vez fue uno de los temas centrales de las Jornadas 9: Después de la fotografía, realizadas por el Centro de Fotografía de la Intendencia de Montevideo del 2 al 4 de diciembre de 2013. Se trata de la relación a menudo controvertida entre realidad y su registro visual/fotográfico en la era digital. El problema actual del fotoperiodismo, señala Fred Ritchin, autor del libro Después de la fotografía (2009) y del más reciente Bending the frame: Photojournalism, Documentary and the Citizen (2013), es que:
- En la era digital todos somos fotógrafos.
- El fotoperiodismo profesional está perdiendo campo (periódicos como el Sun Times de Chicago despidieron a todo el equipo de fotografía).
- La manipulación digital de las imágenes invalida su fiel representación de la realidad retratada.
- La manipulación digital frecuentemente exacerba contrastes espectacularizando los contenidos retratados.
- La espectacularización de la realidad mediante su representación visual introduce un desvío ético en la relación del ser humano con la realidad del mundo. Ya no importa qué sucede, sino cómo se representa.
Paul Hansen, Funeral en Gaza, 2013.
En su visita a Montevideo, Ritchin enfatizó en sus dos talleres (“De la fotografía a la hiperfotografía” y “Hacia una fotografía por la paz”), así como en su conferencia inaugural de las Jornadas, que el fotógrafo documental se debe reinventar para destacar su trabajo de las otras billones de imágenes que se producen diariamente en el mundo. Esa reinvención tiene que ver con la relación que el hacedor de imágenes establece con el contenido retratado: transcender la instantaneidad de la toma y abordar el contexto de la realidad que elige introducir dentro del campo fotográfico con mayor compromiso y seguimiento a lo largo del tiempo. De cierta manera, a su ver el fotógrafo documental debe ofrecerle a los medios de comunicación y al público no solamente imágenes, sino ensayos fotográficos con pies de foto extensamente explicativos, tanto desde el contenido representado como desde la técnica empleada en el momento de realizar la toma y luego pos-producirla para su publicación.
Algunos casos de fotografías que dispararon grandes controversias incluyen, recientemente, el último premio otorgado por World Press Photo en la categoría Spot News al fotógrafo sueco Paul Hansen por una imagen que muestra a un grupo de hombres marchando hacia el funeral de los dos niños que sostienen en brazos en el primer plano de la imagen. La controversia comenzó cuando se supo que el fotógrafo había cambiado los valores de contraste y saturación en distintos puntos de la imagen para reforzar el drama de la tragedia. Dispone focos de luz en las paredes laterales y en los rostros de los tíos que cargan los cuerpos de los niños de manera que la imagen adquiere un apelo pictórico casi barroco.
El debate sobre la manipulación digital de fotografías que se presentan al público como siendo “documentales”, es decir, en la medida de lo posible, como fieles representaciones visuales de un determinado fragmento de la realidad, se hace un poco obsoleto cuando recordamos que la manipulación de la imagen final siempre fue parte de la producción fotográfica. En el laboratorio químico, el fotógrafo controlaba intensidad de luz y contraste, grados de exposición, “completando”, si se puede, su toma fotográfica. Es decir, la primera parte de la realización de una fotografía está en el instante en que el fotógrafo dispara su cámara, pero esa imagen se irá a completar (no necesariamente “manipular” en el sentido de “distorsionar”, por ejemplo) en su etapa de impresión (en el caso de imágenes digitales, en su etapa de digitalización). Por otro lado, en una nota titulada “Drama, manipulación y verdad: manteniendo la utilidad del fotoperiodismo”, publicada en mayo de 2013 en la página de noticias del periódico virtual Daily Beast, Fred Ritchin sugiere que se estipulen categorías claras de los tipos de ajustes digitales que se pueden realizar sobre imágenes documentales, como padrones universales. Si el fotoperiodismo cuenta con criterios claros, se resuelve gran parte del dilema que gira en torno de la veracidad cada vez más cuestionada sobre las fotos que vemos.
La nota de Ritchin abre con la imagen ganadora de la World Press Photo of the Year (2013) de Paul Hansen. “El problema”, dice Ritchin, “no es tanto la ética de la dramatización, sino la ansiedad de que fotografías, mismo de momentos cruciales, dejarán de ser percibidas si no son representadas de manera más espectacular”. Según Ritchin, la aprensión se justifica teniendo en vista que son billones de imágenes compitiendo por la atención en línea, y sin retoques dramáticos, pasarán desapercibidas. “El resultado son imágenes que comienzan a parecerse con escenas descartadas de películas como Apocalypse Now, eligiendo lo explícitamente vívido sobre lo modestamente empático.”
Llama la atención de que en muchos de estos debates no se alude a los contenidos de las imágenes analizadas bajo el escrutinio de la veracidad foto-gráfica. Luego de presentar los puntos controvertidos sobre las intervenciones digitales realizadas sobre una fotografía, ¿no sería fundamental proseguir con el análisis sobre los contenidos retratados, sobre el contexto de la imagen? En el caso de la imagen ganadora del primer premio de la World Press Photo, debemos recurrir a la página de la academia para enterarnos de qué se trata, exactamente. Retrata a un grupo de hombres marchando hacia un entierro en la ciudad de Gaza, en primer plano dos hombres sostienen en brazos los cuerpos de dos niños muertos: Suhaib Hijazi de 2 años y su hermano Muhammad, de casi 4. Los hombres que los llevan a una mezquita para el entierro son sus tíos. Los niños murieron en un ataque aéreo israelí que destruyó su casa matando a su padre, Fouad y dejando severamente heridos a su madre y cuatro hermanos más. En la página de la World Press Photo, la foto viene acompañada de información contextual que incluye la siguiente información: “Esto ocurrió el 19 de noviembre de 2012. Israel había comenzado una ofensiva intensa contra Gaza y el gobierno de Hamás 5 días antes como respuesta al fuego lanzado por parte de grupos militantes palestinos. Durante los primeros días de la ofensiva, Israel atacó blancos de importancia militar y estratégica, aunque el alcance del ataque luego se amplió incluyendo residencias sospechosas de albergar militantes Hamás. Cuando finalmente se negoció un cese de fuego el 21 de noviembre, más de 150 personas habían muerto en Gaza. De esos, 103 eran civiles, incluyendo 30 niños.”
En sus últimos dos libros, Después de la fotografía (2009) y Bending the frame: Photojournalism, Documentary and the Citizen (2013), Ritchin propone que cada imagen documental publicada en internet esté acompañada de información en cada uno de los 4 márgenes de la imagen, de modo que el lector pueda pulsar el cursor sobre los puntos y obtener información sobre: autoría y copyright, pie de foto completo y datos técnicos sobre la toma y cómo se modificó digitalmente. Propone también que el fotógrafo escriba un breve texto sobre el contexto en el que hizo la fotografía y sobre los contenidos retratados, y adjunte enlaces a otros sitios con información adicional relacionada a los contenidos de la imagen. El fotógrafo documental contemporáneo asume un compromiso mayor sobre los contenidos que retrata. Este sistema ayudaría también a legitimar las imágenes producidas por profesionales del campo de la fotografía documental y del fotoperiodismo, y a darles más control autoral sobre sus imágenes.
Paul Hansen, Muerte de Fabienne en Haití, 2011.
Un caso anterior despierta una preocupación de dimensiones más complejas y connotaciones más serias. Se trata de una fotografía hecha en el 2011 por el mismo fotógrafo sueco, también premiada, de esta vez por el Swedish Picture of the Year Awards. La imagen muestra a una chica de 14 años llamada Fabienne que fue baleada por la policía y abandonada, muerta y tendida sobre los escombros de la calle junto a unos cuadros que había intentado robar de una tienda local. La página del tumblr sobre política y sociedad informa que un tiempo después se supo que en el momento de la muerte de esta niña había 14 fotoperiodistas presentes circundando su cuerpo, lo cual desató críticas y un debate en torno a la ética de los fotógrafos.
La controversia saltó a la luz cuando el fotógrafo Nathan Weber publicó la fotografía del contexto de la toma de la foto ganadora de Paul Hansen. En la foto de Weber, se ven a los demás fotoperiodistas rodeando el cuerpo de la niña, algunos en acción “de disparo”, otros estudiando sus imágenes en los visores de sus cámaras digitales. La nota publicada en el blog de política y sociedad lanza la siguiente pregunta:
Nathan Weber, de la serie Haití, 2011.
“Habrían donado menos para el desastre si esa foto no se hubiese publicado? O ¿se habrían destinado menos recursos y profesionales?”
La breve nota desató numerosas respuestas, muchas de habitantes de Haití, que iluminan diversos aspectos sobre el contexto, justamente, en el que murió tan trágica e injustamente esa niña, y tantas otras personas. Unos comentan que los fotógrafos parecen buitres alrededor del cuerpo de Fabienne; otros aclaran que la ayuda en semillas enviada al Haití es de transgénicos que producirían alimentos solamente una vez, después los haitianos tendrían que comprar las semillas para producir sus alimentos, “una verdadera burla”, comenta Sisi Soriano. Tato Arce explica que no es fácil para los fotógrafos realizar esas fotos, que no se están haciendo millonarios, y que si requieren de cierta sangre fría para hacer ese tipo de trabajo, es gracias a ellos que el público masivo por el mundo puede enterarse de lo que está sucediendo. Y Fernando Jorquera concluye, “cuando los objetos son más importantes que la vida. Cuando las imágenes son más importantes que las personas. Lo que está en discusión es el valor de la vida”.
En la conferencia de Sergio Rojas en el segundo día de las Jornadas 9, el filósofo chileno cuestionó si ciertas imágenes de tragedias y profundo dolor humano deberían ser mostradas. ¿Tiene derecho un fotógrafo de “sacarle” una foto a un muerto y luego difundirla por todo el mundo? Más allá de la ética de “ganarse la vida” registrando y difundiendo la tragedia humana como debaten algunos, la pregunta que nos debemos hacer es quizás, por un lado desde la perspectiva del fotógrafo: ¿qué propósito y posibles repercusiones tendrá esta imagen?; y desde la perspectiva del consumidor de imágenes, el público, ¿qué hago con esta imagen?.
Es el compromiso que promueve Ritchin, resultado de una era, la digital, en la que no podemos fingir ingenuidad y desconocimiento. Estamos enterados de todo, o casi todo, tenemos todos los medios a nuestra disposición, se nos exige más responsabilidad, más compromiso y proactividad. O, como sostiene Rojas, sabemos demasiado, nos sentimos avasallados, y eso nos congela.
Entre el avasallamiento inmovilizador y la urgencia por la acción involucrada de todos, ¿cuáles son las posibilidades futuras para la fotografía documental?
¿Podríamos pensar en una práctica documental, en lugar de fotografía documental? ¿Qué tipo de seres humanos queremos ser, hoy, mañana, después?