En diciembre se cumplirá la década, y las noticias, como el balance, son buenas. Daniel Sosa, coordinador del CdF, no parece hombre de alardes, pero cuando el horizonte promete tanto bien vale dejar a un lado el “lamentablemente estamos bien” tan caro a los uruguayos.
Cuando por la segunda década del siglo xx el fotógrafo Carlos Ángel Carmona comenzó con aquel esfuerzo de conservación doméstica, respaldando en una serie de álbumes caseros las fotografías que sobre Montevideo tomaba para la entonces Comisión Municipal de Fiestas y la Oficina de Propagandas e Informaciones del gobierno capitalino, no estaba en condiciones de mensurar cuán útil podía resultar su trabajo en el futuro, como a la postre terminó resultando. Pero de lo que sí había sido claramente consciente era de los desórdenes y trasiegos que suelen acechar a todo archivo, evidenciando una sensibilidad excepcional para su tiempo en lo que refiere a la conservación fotográfica. Junto a Isidoro Damonte fueron los dos primeros fotógrafos contratados por el municipio montevideano con el fin de llevar a cabo un registro urbanístico, de infraestructura de la ciudad, y de sus costumbres y actividades sociales más representativas. Más tarde se sumarían Carmelo di Martino y Humberto Pesce en el registro de la actividad política y diplomática de la ciudad, y todos aquellos fondos darían lugar al Archivo Fotográfico de Montevideo (Afmvd), que funcionó como tal entre 1997 y 2002, y que hoy forma parte del acervo fotográfico que custodia el actual Centro de Fotografía de Montevideo (CdF) y ex Centro Municipal de Fotografía de Montevideo, como todavía se insiste en llamarle. Tampoco pudo predecir Carmona que los más de tres mil niños que hoy pasan anualmente por el centro de la calle San José iban a ser guiados en la actividad conocida como Fotoviaje por un tal Carlos Ángel, personaje además de guía, y a cuya memoria debe el nombre.
Las cosas han ido excepcionalmente bien para el CdF en esta década: todo parece correr, todo parece crecer en el un tanto escondido rincón donde el puente de San José y Ejido sostiene con envidiable salud al intrincado aparato del edificio municipal que descansa sobre él. Se trata de un auspicioso ejemplo de gestión pública y de un trabajo de equipo que ahora amontona los frutos sin que ya haya casi lugar para alojarlos. Su presencia pública, en tanto sello institucional, está más que afianzada entre uruguayos y fotógrafos e instituciones del extranjero, y eso se explica gracias a varios movimientos: además de las tres fotogalerías a cielo abierto –Parque Rodó, Prado y Ciudad Vieja–, el Centro ha consolidado una línea editorial con CdF Ediciones, estimulando la producción de trabajos fotográficos y la realización de libros de autor o de investigación a través de una convocatoria pública anual. Luego están los programas televisivos –F/22. Fotografía en profundidad y Fotograma tevé–, las actividades como el ya referido Fotoviaje –un recorrido fotográfico a través del tiempo destinado al público infantil–, las jornadas sobre fotografía y el festival internacional Fotograma, que se realiza cada dos años.
LA TRANSICIÓN. Sin embargo, ya es hora de pasar a un nuevo capítulo en el proceso de crecimiento del cfm, según contó en la charla con Brecha el fotógrafo Daniel Sosa, su coordinador. Con darse una vuelta por su completísima web alcanza para entender las razones del reconocimiento y despertar a la nutrida actividad que hoy apura al equipo: las actividades y proyectos se multiplican tanto como las fotografías, y en el plazo de una década se pasó de las 30 mil imágenes con que contaba el acervo histórico institucional a las más de 123 mil fotografías históricas y las cerca de 30 mil contemporáneas que hoy gestionan.
“El centro se ha formado como por capas de cebolla –explica Sosa– partiendo del archivo histórico, que era lo que tenía la Intendencia, se fueron sumando capas y más capas, que son todas transparentes; sucede que se tocan y se apoyan una sobre la siguiente en una relación muy delicada: son cada vez más y mejores las piezas en el engranaje pero hay que hacer también más esfuerzo para lograr que la vuelta completa funcione. Pero la respuesta del público ha sido buenísima en estos años: el uso social de la fotografía, digamos, que está entre nuestras funciones principales.”
Lo que más entusiasma al equipo del CdF, grupo conformado por unas 25 personas, es aquello que también más los preocupa: “Estamos viviendo un gran momento de transición, complejo pero esperado. Es algo que siempre hablamos entre los compañeros: estamos situados como cuando un cohete vuelve a la tierra y está ingresando a la atmósfera. Es exactamente lo que tenía que pasar, pero de haber una chapa suelta la cosa entera puede volar en mil pedazos, o llegar perfectamente a destino, que es lo que evidentemente queremos. Estamos remando para llegar bien a esa nueva orilla que es el traslado del centro a la nueva sede en el edificio del ex Bazar Mitre”, hoy Bazar de las Culturas, en el principio de la avenida 18 de Julio y donde actualmente funciona la fotogalería Bazar, uno de los seis espacios expositivos con que hoy cuenta el Centro.* (Sosa señala el plano del anteproyecto del edificio en la pared, y sirviéndose de él me guía por las cinco plantas, los nuevos espacios a generarse, las promesas y proyectos que irán a dar allí).
INVESTIGANDO. Entre las líneas de trabajo específicas con que el equipo de fotógrafos nutre hoy el acervo se cuenta, por ejemplo, con la Galería Contemporánea –un trabajo sobre el Mercado Agrícola y otro sobre la última Copa América, según enseña la web– y el Proyecto Nosotros, que apunta a colaborar en la construcción colectiva de la memoria fotográfica zonal y barrial de la ciudad; se echa mano de testimonios fotográficos y orales; de fotos antiguas y materiales proporcionados por los propios vecinos (artículos de prensa, archivos personales o institucionales, más la documentación sobre el barrio en archivos y bibliotecas de la ciudad). Hasta ahora se concretaron cuatro primeros proyectos –Melilla, Ciudad Vieja, Santiago Vázquez y Peñarol– y se está trabajando en el Cerro y Malvín. Sobre cómo se decidieron y priorizaron los destinos, dice Sosa: “Lo primero es que se trate de barrios propiamente dichos, barrios con historia, y después que haya posibilidad de cruce entre ellos, ya que es imposible cubrirlos todos a la vez. Claro que eso va a ir generando un ruido en el mapa –¿por qué ellos primero?, ¿cuándo se ocuparán de nosotros?–, pero la idea es que la gente se vaya apropiando del proyecto y que se trabaje en un ida y vuelta: el vecino siempre tiene una forma muy interesante de relevar la forma de su barrio, nuestra idea es que sea la propia gente la que se empiece a encargar de documentarlos y relevarlos. Pero al proyecto todavía le falta esa capa, que aún no hemos podido implementar, que consiste en hacer talleres en los barrios de modo que los más interesados accedan a elementos técnicos y conceptuales que les permitan profundizar en la investigación y seguir ellos con el trabajo”.
En lo que refiere al área de investigación, el Centro siente como un mojón la contribución a la historia de la fotografía en el país que significó la publicación de Fotografía en Uruguay. Historia y usos sociales 1840-1930, concretada en el marco del Núcleo de Investigación y Preservación del Patrimonio Fotográfico Uruguayo, un equipo interdisciplinario que incluye a la Udelar: “Hicimos este primer corte en el tiempo, que es sin duda el más largo, pero la idea es continuar, y falta meterse con el Interior también. En Uruguay casi no tenemos textos sobre la fotografía, hasta hace no mucho tiempo no se utilizaba la fotografía como fuente, y parte de nuestro trabajo es ayudar también a que eso cambie, que la Universidad participe con nosotros en ese proceso”.
Luego, también en Investigación están Álbum de Familia, Huellas de la Represión y Procedimientos Fotográficos. En el primer caso, se trata de un convenio con Familiares de Detenidos Desaparecidos y el Centro de Estudios Interdisciplinarios del Uruguay (ceiu) de la Facultad de Humanidades. En el seno de Familiares se hizo una convocatoria para lograr contenido visual sobre la vida del familiar desaparecido, eso se digitalizó, se subió a la web y se generaron unos videos que fueron exhibidos en Canal 5: “Lo que pasa es que la imagen que se utiliza en las marchas y demás, que es pancarta e ícono y como tal tiene mucho sentido, ha desplazado a otras imágenes de esa vida. Se hizo un llamado voluntario y la idea fue consignar diez fotografías de la persona, desde el nacimiento hasta su última imagen. También hicimos un trabajo con Ubagesner Chaves Sosa, a través del sindicato, a pedido de los trabajadores de la untmra, que iban a colocar un monolito en su memoria, y generamos contenido en imágenes sobre su vida y los lugares que frecuentaba”.
DIGITALIZAR, DIGITALIZAR. En una primera época el vértigo de la digitalización llegaba a angustiarlos, porque a medida que el acervo crecía, el horizonte se movía de lugar y esa distancia resultaba siempre un poco insalvable. “Cuando ingresó el archivo de El Popular, por ejemplo, fueron alrededor de 58 mil fotos que entraron de una… ¿cómo hacíamos? Al principio eso nos generaba mucha ansiedad, pero después entendimos que es así, que se trata de una carrera todo el tiempo. Luego aprendimos a describir los fondos, y eso calmó un poco la ansiedad. Lo que estamos pensando, como modelo de gestión, es en la posibilidad de contratar personal no permanente y que esas personas se encarguen de donaciones específicas con dineros externos.
Cuando lo histórico se comienza a mover, se revaloriza todo lo que es patrimonio. Lo que pasa generalmente con la historia de los archivos del mundo es que las cosas se salvan porque quedaron perdidas. Hemos recibido cajas de madera divinas, sólo por las cajas eso vale mucho, de un galpón de afe, habían quedado en depósito. Está bueno que otras instituciones empiecen a valorar el patrimonio que tienen: ahora vamos a hacer una muestra con la Administración Nacional de Puertos en la fotogalería de Ciudad Vieja; la idea es que se constituya un espacio dentro de la institución para que ellos mismos trabajen sobre su patrimonio, con nuestro asesoramiento. En estos diez años crecimos sobre todo horizontalmente, que era parte de la idea, lograr marcar de dónde a dónde va el Centro, que es de lo histórico a lo contemporáneo, de un niño a un investigador, de un fotógrafo a un químico. El centro está armado en ese sentido, pero ahora la idea es crecer en vertical.”
* A la sala del cdf, en el propio Centro, se suma la fotogalería del Solís, dedicada a las artes escénicas, y las tres fotogalerías a cielo abierto: Prado, Parque Rodó y Ciudad Vieja.
Diez años. La celebración: Para el 10 de diciembre próximo, fecha de cumpleaños del CdF y jornada principal de la celebración, se prevén varias actividades: el lunes se espera la llegada de una gran cantidad de visitantes del exterior, pero antes, el domingo 9, se realizará una fiesta abierta a todo el público. Los fines de semana previo y posterior al aniversario, en las fotogalerías a cielo abierto los uruguayos podrán ser retratados en el momento y llevarse su foto impresa a casa. Habrá una campaña de vía pública y otra de televisión y se espera que para la fecha el Centro concrete la obtención de la certificación internacional iso 9001 en gestión de calidad que hoy se encuentra en trámite. Con la Comisión Permanente de la Ciudad Vieja se prepara un libro que inicia una colección –Gelatina y Plata– de libros pequeños sobre distintos barrios montevideanos.
Hacia el nuevo edificio del Cdf. De película: Posiblemente la mudanza a la nueva sede se concrete en un año y medio, o al menos esa es la aspiración de Daniel Sosa, coordinador del Centro. Por sus características arquitectónicas y su ubicación, el edificio del actual Bazar de las Culturas, ex Bazar Mitre, en 18 de Julio,* fue desde siempre el señalado, aunque distintos motivos llevaron a pensar también en lo que iba a ser el Centro Cultural Petrobras y en la Cooperativa Municipal. Será trasladado todo, la sede de San José desaparece. El nuevo emplazamiento, de cinco plantas más la azotea, permitirá al Centro una mayor y mejor prestación a los usuarios: la planta de acceso estará íntegramente destinada al público, el acceso a los archivos digitales y a la totalidad de los materiales editados por el cdf. En un entrepiso será alojada la mediateca –el CdF cuenta hoy con más de 1.500 libros especializados en fotografía, donaciones de particulares e instituciones sobre todo extranjeras–, que hoy es de acceso público pero restringido puesto que no hay capacidad locativa suficiente en la sede de San José para alojar y organizar el material. Hay un espacio pensado también para acceder a los programas de tevé del Centro y un sitio de consulta para investigadores, atendido por personal especializado.
Otro de los pisos tendrá como destino un auditorio –actividades, conferencias, jornadas, talleres–, y luego una sala grande de exposiciones que duplicará en espacio a la fotogalería que hoy tiene allí el Centro y que además será climatizada, lo que les permitirá traer obra original, algo que actualmente no sucede. Además habrá un pequeño café, y mejores oficinas para el funcionamiento interno.
Pero lo que más seduce al equipo es la idea de un piso completo destinado a la
conservación, una de las mayores preocupaciones del Centro por estos días.** Uruguay no cuenta con formación para la conservación de fotografías, tampoco con conservadores propiamente dichos. Aunque han aprendido mucho en estos años, los fotógrafos del cdf reconocen esa deuda y vienen siendo asesorados por el mexicano Fernando Osorio Alarcón, diplomado en conservación de fotografías y prácticas archivistas, responsable de conservación de las colecciones de fotografía de la Fundación Televisa y consultor de la unesco. De cara a la nueva sede, donde se pretende instalar el primer laboratorio integral de conservación en Uruguay y que funcionará además como un centro de formación regional, Osorio ha sido contratado por la Intendencia. “La idea es que sirva como ejemplo y lugar de práctica tanto para otras instituciones uruguayas dedicadas a la fotografía como para instituciones de la región, porque hay muchas cosas vinculadas a la conservación que no se aprenden si no es a partir de la práctica. Hoy tenemos una cámara climatizada, con temperatura y humedad controladas las 24 horas –16 grados y 40 por ciento de humedad–, que es lo correcto, pero ya no tenemos espacio y hemos tenido que negarnos a recibir muchas donaciones. La idea es que el laboratorio se arme como una suerte de pecera, así le llamamos, de vidrio, para que los usuarios puedan entender cómo se trabaja con las fotos, asesorados por los guías de sala. Eso permitirá lograr una mayor conciencia sobre la idea de patrimonio fotográfico; qué es lo que pasa con las fotos una vez que son guardadas. Se limpian, se guardan en sobres especiales, se describen físicamente y se digitalizan. Este es un lugar público, esas fotos son de la gente, y dado que no las pueden tocar está bueno que se sepa por qué y cómo se vela por ellas.”
* 18 de Julio 811, entre Convención y Andes.
** En este sentido hay que destacar la visita de Grant Romer, uno de los grandes maestros de la conservación fotográfica, para participar de las próximas jornadas del cdf, el 10, 11 y 12 de diciembre. Romer inaugura las actividades con la conferencia “Más luz. Una revaloración del trabajo de Alexander Wolcott y su cámara de espejos”.
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Esta nota fue publicada en el semanario "Brecha" el 19/10/12