Dieciocho generaciones de familias unidas por sangre, conejos de prueba contagiados con un virus letal en Australia, la primera mujer que secuestró un avión, las víctimas de genocidio en Bosnia y los muertos vivientes en la India componen Un hombre vivo declarado muerto y otros capítulos I – XVIII, obra de la reconocida fotógrafa norteamericana Taryn Simon (1975).
El trabajo de Simon se expone actualmente en el Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York y consta de una, en apariencia compleja, instalación. Cada “árbol familiar” está compuesto por tres segmentos. En el primero, los retratos de los miembros relacionados directamente por sangre son ordenados sistemáticamente y numerados. Esta secuencia está estructurada para incluir descendientes y ascendientes vivos de un individuo en particular, dejando en blanco los espacios de aquellos que no accedieron a ser fotografiados (ya sea por que estaban cumpliendo servicio militar, tenían la fiebre del dengue o mujeres que no recibieron el permiso por motivos religiosos o sociales). Estos retratos son seguidos por un texto donde la artista construye una narrativa detallada sobre la familia. Por último, Simon incluye imágenes a modo de “nota al pie” que proveen evidencia sobre el relato antes creado.
Como se describe en el sitio de la autora, "su coleccción es a la vez cohesiva y arbitraria, diagramando las relaciones entre la casualidad, la sangre, y otros componentes de la fatalidad (...) La presentación de Simon explora la lucha por determinar los códigos y patrones inmersos en las narrativas que documenta, haciéndolos reconocibles como variaciones (versiones, traduccciones, adaptaciones) de episodios arquetípicos del presente, pasado y futuro. En contraste con el metódico orden del “árbol genealógico”, los elementos centrales de la historia – violencia, resistencia, corrupción y supervivencia – desorientan la estructurada apariencia del trabajo. Un hombre vivo declarado muerto y otros capítulos I – XVIII subryaya los espacios entre el texto y la imagen, la ausencia y la presencia, y el orden y el desorden".
El nombre de la obra está dado por una de las particulares historias de los personajes de Simon; un hombre hindú que en vida se dio cuenta que había sido declarado muerto en los registros oficiales de la India. Abordando las ideas de poder, religión y familia, la autora busca crear un "catálogo absoluto, algo que no pudiera interrumpir o editar por elección”, lo cual, según sus palabras, “me llevó a la sangre”.
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