La Mar del Plata que preferimos recordar, esa que sabe a mar y huele a bronceador, que vive al ritmo con que se mueven las caderas de esbeltas y bronceadísimas muchachas y se pasea en atléticas figuras masculinas siempre dispuestas a prestarnos su mejor sonrisa, se desvanece a la primera hojeada de este libro, así como se esfuma cualquier sueño cuando empezamos a descubrir la realidad. Es que Ataúlfo Pérez Aznar, en su búsqueda obsesiva, remarca todo aquello que elegimos no ver.
En la «Ciudad Feliz» no todo es diversión: también hay aburrimiento, soledad y desamparo. Desgarbados y obesos caminantes o inválidos, se contraponen a los atléticos veraneantes que soñamos; señoras con ruleros usurpan el lugar de las hermosas rubias, la piel de sus personajes no es suave, ni huele a sal, por los escotes asoman impertinentes corpiños o elásticos retorcidos, los niños no tienen juguetes nuevos, los adolescentes no se ríen y el turista transita un mundo desprolijo, problemático y, por momentos, doloroso. «Mar del Plata, ¿infierno o paraíso?», un trabajo iniciado en el año 1981 —y ahora plasmado en este libro— es, indiscutiblemente, una obra movilizante. ¿Quién es este hombre que parece subirse a un pedestal y con su cámara dicta sentencia de culpable a todo sobre los que se posa su objetivo? ¿Cómo se atreve a cuestionar, con tanta insolencia, nuestra ciudad feliz? Sin embargo Ataúlfo no mira por sobre el hombro, ni critica con impertinencia. Simplemente —liberado del concepto de que una obra debe ser bella e internándose en los caminos abiertos por Robert Frank y Diane Arbus—, enuncia su Mar del Plata en una delicada mezcla de suave humor y fina ironía. Ataúlfo no es juez, es un testigo, aunque, por cierto, no casual. Tal vez sean nuestros propios fantasmas, ésos que nos hacen temer que también nosotros en algún instante, aún en la mayor intimidad, podamos parecernos a algunos de esos personajes, los que nos impulsan a responsabilizar a Ataúlfo de algo que él no gestó, tan sólo buscó y fotografió. Si tenemos el valor y la honestidad suficientes como para vencerlos, estamos preparados para crecer con este libro. Porque la realidad puede ser un infierno si pretendemos ocultar parte de ella, o un paraíso si logramos aceptarla tal cual es, y Mar del Plata, también.
Silvia Mangialardi