Del 7 de agosto hasta el 26 de setiembre 2010, en el Museo de la Memoria (MUME)
“Aprendemos a vernos fotográficamente”, nos dice Susan Sontag en su ensayo Sobre la fotografía, que le dio fama mundial.
No es fácil tomar distancia para objetivar nuestra mirada. Me propuse realizar un análisis crítico de la muestra fotográfica Surcos de Solange Pastorino (1), hacer una investigación de sus trabajos anteriores, encontrar datos sobre su estilo autoral, pero sólo me distanciaron en apariencia.
Solange, mi esposa, artista visual, compañera de ruta, es hacedora de una obra muy próxima a la vida. Entonces, cómo tomar distancia cuando soy parte de esa, su vida. Tal vez deba revertir esa proximidad, que me aleja del crítico, para convertirme en un observador atento e involucrado con su proceso de creación. Compartir su forma de hacer, el desarrollo de sus ideas, hasta plasmarse en fotos, es un riquísimo camino de producción. Surcos es una muestra muy movilizadora en ese proceso.
Le implicó un tiempo de reflexión e introspección. Diferente a otros trabajos, que desarrolló con curadurías o grupalmente, Surcos surge en solitario. Se va abriendo desde las vivencias más íntimas y cotidianas de su adolescencia en dictadura, hasta convertirse en fotos. Quizás ahí está la clave para entender las referencias fotográficas a su época. Solange no nos cuenta una historia imaginada, en cualquier parte; es su historia. La historia de cuando su hermana, antes de irse con su familia a Australia en 1973 quemó, en el patio de su casa, no sólo sus libros que la involucraban políticamente sino además los cuentos infantiles de Solange. O cuando se refugiaba en la música en discos long play, que referían a la libertad. La de compartir su sensación de angustia, ante la incertidumbre de aquellos días en que su padre, durante la huelga general, faltó de su casa por estar ocupando la fábrica textil en la que trabajaba. Así, las separaciones familiares, la violencia del silencio, el miedo, fueron generando surcos, huellas indelebles que implicaron quiebres irreparables.
Solange elige cómo contarnos su historia. Se vale de dos vertientes: una de tono autorreferencial y otra de carácter metafórico. Así, una niña que la representa alude a situaciones de la realidad cotidiana de la época para una adolescente de clase media, que se van hilvanando con imágenes de contenido sensorial y simbólico. El trabajo se presenta en dípticos que reafirman la coexistencia paralela de esos dos mundos.
Surcos, consolida en la obra de Solange una continuidad de trabajo autoral. Recrea, fiel a su estilo, sugerentes imágenes. Retoma algunas constantes: la intervención de modelos de mujeres muy próximas a su vida -familiares y amigas, de todas las edades; la puesta en escena de sus representaciones fotográficas, como continuidad de una labor de más de veinte años en el diseño de escenografías, vestuarios e iluminación en teatro y danza; la cuidada utilización del color para denotar la intensidad emocional de las acciones; el uso de algunos elementos que aluden a la fragilidad -en este caso, un frasco de vidrio, como las copas en casi todas sus muestras anteriores; la mariposa, simbolizando la dificultad de la libertad y crecimiento, o el agua, que tanto puede ahogarnos o purificarnos.
Éstas son algunas constantes que ha ido adaptando a cada abordaje, pero lo más significativo es el desarrollo de conceptos, ideas y sensaciones del universo femenino en series fotográficas.
En su muestra Transiciones (2) apelaba, en un ejercicio de anamnesis, a la representación traída a la memoria de sentimientos y sueños de su infancia. En otros trabajos, como Luna roja (3), ya había investigado, las relaciones entre los cuentos para niños y realidades tan mágicas como perversas. En “La danza de la mariposa” (4) exploró la trabajosa búsqueda de libertad. Lo onírico era el lenguaje elegido en la exposición Sueños (5), con una fuerte carga de sensaciones del mundo femenino.
Si el realismo mágico ha permitido crear mundos fabulosos y agónicos en la literatura, podríamos decir que la obra de Solange lo aplica fotográficamente. Podría haberse quedado en ese mundo de fábulas, princesas prisioneras en castillos de hermosos jardines e insinuados monstruos del mal. Pero hay alusiones directas, representadas por los cuatro elementos de la naturaleza, que aluden en forma clara a las fuerzas destructoras de la dictadura en Uruguay: el fuego, quemando libros prohibidos; la tierra, en la que se proyectan sombras deformadas; el agua, aludiendo a ahogos de muerte; y el aire, extinguiéndose en una mariposa encerrada en el frasco de vidrio. También la niña se muestra encapsulada en un paraguas transparente, sin aire, sin permiso para la palabra. Estas fotografías nos recuerdan nuestras propias vivencias: la corrección del uniforme obligatorio, el corte de pelo para los varones, el control de toda forma de agrupamiento, así fuera para una reunión familiar, las sombras agazapadas, la marcha militar que sonaba antes de los continuos comunicados de prensa, indicándonos las restricciones que debíamos acatar, las sensaciones de ahogo, los atentados, los muertos que se mostraban como señales intimidatorias, la desconfianza…
Solange nos muestra la represión silenciosa. En contrapunto, una foto alude al golpeteo de unas cacerolas, símbolo de resistencia que nos ancla nuevamente en la realidad, apelando a las sensaciones vividas. Así, esas dos vertientes se conforman en una única y lograda narración que nos hace sentir las vicisitudes de quienes fuimos adolescentes y a la vez adolecimos esa época, en Uruguay.
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(1) Surcos es una propuesta inscripta en el eje museográfico “Historias inconclusas”. A través de una serie de dípticos fotográficos se presentan sensaciones que marcaron huellas en la memoria de generaciones que crecieron en dictadura. Se destaca la calidad de las imágenes para lograr el objetivo propuesto. Según lo expresado en el Acta del Jurado de Selección de proyectos expositivos del MUME 2010. Enrique Badaró Nadal, Elbio Ferrario Olivera, Manuel Martínez Carril.
(2) Transiciones - año 2004 - Galería Puerta de San Juan – Curaduría: Roberto Schettini
(3) Luna roja – año 2005 - Galería Puerta de San Juan – Curaduría: Suci Viera
(4) La danza de la mariposa – año 2007 – Museo MAPI – Curaduría: Diana Mines
(5) Sueños – año 2009 – Atrio Palacio Municipal – Muestra inaugural Fotograma 09 – CMDF Curaduría: Anghela Magalhães, Nadja Peregrino y Joanna Mazza (Brasil), Ataúfo Pérez Aznar y Daniel García (Argentina), Patrick Buffe (Suiza), Diana Mines, Matilde Campodónico y Enrique Badaró (Uruguay)