En el castillo Gala-Dalí de la ciudad de Púbol (cercana a Girona), se encuentra una exposición de ochenta y ocho imágenes realizadas por el fotógrafo lituano-norteamericano Philippe Halsman en planificación con el pintor catalán Salvador Dalí y en su mayor parte con este último como modelo.
La fructífera amistad de ambos artistas comenzó en 1941 en la ciudad de Nueva York, a la que Halsman había llegado huyendo de la invasión alemana a París, donde había residido a su vez luego de un período en Austria. Les unía la lúdica irreverencia del surrealismo, a la que habían adherido en la Europa de la entreguerra, y estaban abiertos a investigar un terreno donde se confundían los límites entre la pintura y la fotografía, pero donde asomaría la veta histriónica de Dalí, precursora del arte performático contemporáneo.
Al cumplirse 70 años de ese cruce de vidas y creatividades, que generó 37 años de trabajo conjunto, la Fundación Dalí quiso destacar la producción resultante. Para ello, la comisaria designada, Montse Aguer –Directora del Centro de Estudios Dalinianos- se trasladó a Nueva York, donde dedicó los últimos dos años a la preparación de esta muestra.
Según Aguer, "Dalí definía la pintura surrealista como una fotografía instantánea, en color y hecha a mano", y tanto él como Halsman “creían que se podía llegar a fotografiar el pensamiento”. La extensa exposición está ordenada en forma cronológica y dividida en cuatro bloques, a partir de obras emblemáticas de cada período, como los primeros retratos, los ensayos sobre el “bigote de Dalí”, el “Dalí Atomicus" (de 1948) y “La calavera” (de 1951).
Es bueno recordar, a modo de antecedente, que la aparición de la fotografía en el campo de las artes provocó diversas reacciones, pero que sin duda fue en la pintura donde se generaron las respuestas más interesantes: aunque limitadas a la gama de grises en sus orígenes, las imágenes fotográficas compartían la representación de escenas reales sobre un plano y demostraban una evidente superioridad en la reproducción de los detalles, lo que obligó a quienes se expresaban con el pincel a un replanteo de sus objetivos.
Ya a finales del siglo XIX hubo artistas que investigaron en ambas técnicas, pero fue a partir de la década de 1920, con el surgimiento del surrealismo, que las limitaciones y prejuicios cedieron paso a investigaciones interdisciplinarias, produciendo obras que desafiaban toda definición preestablecida. Basta recordar los trabajos de László Moholy-Nagy y Man Ray, con amplias repercusiones en toda Europa e incluso en nuestra América Latina. Es en este marco que se inscribe el tandem Halsman-Dalí, tal vez el que más incorporó el humor corrosivo.
La muestra permanecerá expuesta hasta el 31 de diciembre.