Fotógrafos/as / Entrevistas

Entrevista a Pablo Guidali. Ediciones CMDF 2011.

Autor: Alexandra Nóvoa / indexfoto

¿Qué fue lo que te motivó a desarrollar un ensayo fotográfico vinculado a la temática fiesta y -en términos que utilizas en tu libro- la búsqueda de la libertad y de la felicidad?

El tema de la fiesta es algo que siempre me llamó la atención, como esas cosas que uno vive con toda naturalidad, pero que miradas con distancia son más complejas de lo que aparentan. Por un lado es algo que siempre ha acompañado la vida en sociedad, pero que ha ido cambiando en su forma. De alguna manera, ese corte con la rutina cotidiana y con los valores de la vida en sociedad, se ha transformado en un objeto más de consumo. Ya no importa la relación con el origen de la fiesta, lo que nos interesa es poder entrar en ese estado de ánimo, y eso me parece bastante sintomático del estado de la sociedad en que vivimos. Para mí era una forma indirecta de cuestionar la manera en que vivimos nuestra libertad, cada vez más limitada por la censura social, y el aumento de las prohibiciones.

¿Cómo se fueron planteando las etapas de este reportaje?

Una vez que definí lo que quería hacer, vino un trabajo de producción importante. Fue algo que a mí me costó bastante porque no estaba acostumbrado, y tampoco conocía todas las fiestas que podían ser interesantes para el trabajo. Tuve que hablar con mucha gente, leer bastante para informarme… Todo eso era complicado también, porque en esa época mi dominio del francés todavía era limitado. La parte positiva fue que me ayudó bastante a terminar de definir hacia dónde quería ir con el trabajo. La beca que yo tuve para hacer mi proyecto de residencia me ayudó mucho, me pagaban los desplazamientos más un viático cada vez que yo tenía que moverme. En ese período, estuve en varias fiestas en Francia, y otras en Alemania, Bélgica, España y Dinamarca. El problema fue que mi residencia era entre setiembre de 2007 y junio de 2008, y había muchas fiestas que me interesaban y que venían después, en el verano de acá. Entonces con Inés, mi compañera, decidimos comprar una camioneta tipo casa rodante, y a principios de julio arrancamos un viaje de casi tres meses siguiendo un circuito de fiestas. Terminó siendo un viaje buenísimo, recorriendo fiestas en España, Alemania, Holanda y Suiza.

¿Qué es lo que buscas transmitir a través de este trabajo?

Un estado de ánimo, un desahogo, una liberación, la inversión de las cosas con respecto a la vida cotidiana. Para mí se trata un estado más cercano a la naturaleza humana, de la cual cada vez estamos más alejados. 

Las fotografías sugieren proximidad e intimidad con los fotografiados. ¿Cómo manejaste ese acercamiento con la gente?

No era la distancia a la que yo estaba habituado a fotografiar, fue algo que se dio así al principio, y sobre lo cual yo decidí insistir después. La primera fiesta en la que estuve fue la de la cerveza en Munich. Yo me había hecho una idea de cómo era por cuentos de gente que había estado, y pensaba en cosas que podían ser interesantes. El primer día no pude sacar ni una sola foto, todo pasaba demasiado rápido y lejos de donde yo estaba, y como es una fiesta donde hay una cantidad enorme de gente, cuesta mucho moverse. Ahí tuve que cambiar y acercarme mucho más. Después me gustó el resultado, y me parecía importante no estar por fuera, así que decidí forzar eso todavía más. Yo no creo haber llegado a una intimidad con la gente, las relaciones con las personas eran las típicas de una fiesta, algo corto, pasajero. De repente hablaba un rato con alguien, me preguntaban y yo contaba lo que estaba haciendo. A veces tomar algo, pero después seguía. Creo que el acercamiento fue posible más que nada por el contexto, por estar en el ámbito de una fiesta, en el cual de alguna manera todo el mundo está más desinhibido.

¿Es éste tu reportaje más reciente? ¿Qué inquietudes están presentes en tu obra en este momento?

No, en 2009 hice un trabajo sobre una de mis abuelas. Fue una persona muy importante en mi vida, hacía años que intentaba hacer algo con ella sin encontrar la forma. Finalmente en uno de mis viajes a Uruguay todo se dio y pude pasar unos cuarenta días con ella para hacer lo que quería. No lo he mostrado todavía. Desde el 2008 estoy trabajando en algo que seguramente voy a exponer junto con un fotógrafo amigo el año que viene en Uruguay. El año pasado tuve un encargo de una galería de fotografía para hacer un trabajo sobre la ciudad de Arles. Es un proyecto interesante porque es un trabajo que se hace todos los años con un fotógrafo diferente. Con el resultado se edita una serie de postales, y la idea es armar un libro en algunos años. Desde principios de este año estoy viviendo en Marsella, y tengo una beca del Gobierno de la Región para hacer un trabajo sobre la ciudad. Es en lo que estoy trabajando actualmente. Antes yo ponía un peso muy importante en fotografiar como una forma de apropiarse de algo, de que nos quede, y eso ha ido cambiando. Creo que en lo que más pienso en este momento es en el desarrollo de un lenguaje, en delimitar de alguna forma un universo personal. Se puede decir que debe ser la meta de todo fotógrafo, o de todo artista. Sin embargo creo que llevado al límite es un proceso muy complejo, y que requiere mucho tiempo y trabajo.

¿Te definis dentro de algún estilo de fotografía en particular? ¿Cuáles son tus mayores referentes fotográficos?

Siempre me interesó mucho la “fotografía de calle”, algo que ha sido muy tratado por muchos fotógrafos. Es lo que empecé haciendo, y aunque la forma ha cambiado, lo sigo haciendo actualmente. También me interesa mucho el reportaje de autor (que para mí está en el otro extremo del reportaje documental). Disfruto mucho de hacer retratos, aunque nunca lo hice por iniciativa propia, siempre lo he hecho por encargo. Hay muchos fotógrafos por los cuales tengo una gran admiración y respeto. Están los clásicos, Cartier-Bresson, Robert Frank, William Klein, que para mi han dejado una marca muy importante. Más cercanos en el tiempo están Anders Petersen, Daido Moriyama, Mark Cohen, Michael Ackerman y Paulo Nozolino, cuyos trabajos me parecen de gran valor. 

En un principio estudiabas ciencias económicas, carrera que dejaste para abocarte a la fotografía. ¿Qué fue determinante en esta decisión?

Cuando tenía dieciocho años era una carrera que me gustaba. Tres años después empecé con la fotografía. Fui perdiendo el interés por la facultad, me di cuenta que me aburría y al mismo tiempo la fotografía tomaba un lugar cada vez más importante en mi vida. Cuando me faltaban seis materias para terminar, era un tema que me estaba angustiando mucho y que ya no tenía sentido, ahí decidí dejarla. Para ese entonces ya estaba trabajando como fotógrafo. Fue una decisión jorobada, pero no me arrepiento de nada. La fotografía me ha dado muchas satisfacciones, es algo que vivo con gran pasión, y hoy por hoy me costaría mucho imaginarme trabajando como contador.  

Fuiste becado por el Gobierno de Francia para realizar estudios en la Escuela Nacional Superior de la Fotografía de Arles (ENSP). ¿Cómo fue esa experiencia y en qué medida incidió en tu manera de fotografiar?

Fui becado para hacer una residencia de un año en la ENSP. Después de eso, me propusieron trabajar como asistente en uno de los laboratorios de la misma escuela. Trabajé ahí durante dos años, y aproveché ese tiempo para diplomarme. Yo quería salir un tiempo de Uruguay. Es mi país y a mí me encanta, pero tiene la desventaja de ser muy chico y hay un montón de cosas que no llegan. Creo que en la medida que las posibilidades lo permitan, hay que intentar ver lo que pasa afuera. Al mismo tiempo había cosas que yo quería cambiar, estaba muy influenciado por un tipo de fotografía y quería conocer otras cosas. Lo primero a remarcar en ese sentido, fue la posibilidad de acceder a un montón de cosas que yo no conocía. Fue algo muy enriquecedor que me permitió, entre otras cosas, conocer el trabajo de un montón de fotógrafos que yo no sabía que existían. Aprendí mucho también en la parte técnica, las instalaciones de la ENSP son impresionantes. Tienen un presupuesto muy grande y se trabaja en condiciones profesionales óptimas, con talleres que te enseñan a utilizar todo el material. En Francia, y sobre todo en la ENSP, se le da una importancia fundamental al discurso que se tiene detrás de un trabajo, todo se intelectualiza mucho. Yo no considero que eso sea necesariamente positivo, porque lo que yo veo es que al teorizar tanto se termina perdiendo en espontaneidad, que para mí es algo fundamental en la fotografía. Sin embargo, personalmente, el hecho de confrontarme a ese tipo de cuestionamientos, me obligó de alguna forma a pararme de otro modo frente a mi trabajo, y creo haber sacado provecho de eso.

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Este trabajo es el resultado de la convocatoria 2010 para la publicación del libro fotográfico de autor. Anualmente el CMDF realiza este llamado con el objetivo de estimular la producción y la difusión de los trabajos de autor. En esta oportunidad la selección estuvo a cargo de Diana Mines (en representación de los participantes), Rodolfo Fuentes (por la Asociación de Amigos del CMDF) y Nicolás Branca (por el CMDF).

Desde el 2009, a través de esta convocatoria se editan dos libros fotográficos de autor: uno para uruguayos sin distinción de su lugar de residencia, y otro para extranjeros residentes en América Latina.