Era la segunda vez que iba desde Buenos Aires a Neuquén para trabajar sobre el tema de la extracción no convencional de petróleo y de gas. Desde el primer viaje tenía la idea de que lo mejor sería hacer fotos aéreas, pero hasta el momento no se había podido concretar. Los periodistas del Observatorio Petrolero Sur organizaron ese viaje en avioneta. Pautamos juntos la hora del despegue para asegurarnos que la luz sería perfecta. Y ese 11 de febrero llegamos en hora al aeródromo. Normalmente el piloto tenía que ser un hombre de un metro ochenta, de más o menos 40 años. Pero pretexto de una gripe y a último momento, nos avisaron que el piloto sería… se dio vuelta y nos presentaron a un chico de 18 años! Éramos tres fotógrafos que nunca en nuestras vidas se habían subido a una avioneta. A pesar de la sonrisa de nuestro joven piloto, sentí un silencio tenso entre nosotros. Pero lo saludamos con toda la buena onda, un poco nerviosos. Después de las explicaciones de seguridad, nos subimos. Nos costó despegar según el piloto por el peso, éramos cuatro y el material de foto y de video. Era un día lindo, pero el viento cortante de esa región muy pocas veces deja de molestar. Hicimos todo el recorrido que queríamos y ya volvíamos cuando apareció esta escena. La luz estaba perfecta. Con las vibraciones dentro de la avioneta, puse una velocidad de obturación muy alta, 1/3200 para asegurarme que no quedase movida. Finalmente llegamos a buen puerto sin ningún problema. Todavía estoy agradecido al joven piloto y al Observatorio Petrolero Sur por darme la posibilidad de hacer esta foto, que fue seleccionada para el Salón Nacional de Artes Visuales de Argentina de este año.