Dejo para historiadores y expertos internacionales hablar de la guerra en si y del drama migratorio (o sea dejo de lado lo más importante), pero de eso no sé así que voy a hablar apenas un poco de la foto, de su circulación, de su impacto. De esta imagen extraordinariamente poderosa. ¿Qué es lo que le otorga ese poder? ¿Qué la diferencia de tantas otras que nos conmueven, nos indignan, nos movilizan? ¿Qué la transformó de un día para otro en un símbolo de la tragedia migratoria? Hay cientos de fotos que circulan y circularon sobre el mismo drama ¿Qué hay en su contenido y en su forma que la distingue de tantas otras?
La foto es desgarradora pero no es sangrienta, ni ofensiva, ni violenta. No muestra la guerra directamente, sino solo una de sus infinitas consecuencias. Con nombre y apellido, con rostro e identidad, le pone humanidad a datos que por si solos, en su terrible magnitud no logran comunicar de la misma manera la tragedia. Ya hay más de 11000 niños muertos por la guerra en Siria (cientos de miles de desplazados, muertos, refugiados en campos). Pero una sola foto llevó el conflicto a las primeras planas mundiales. El cuerpo del niño frente al mar. Su fragilidad frente a lo inconmensurable. La muerte en el lugar en donde no debería estar. La remera roja, torcida, que deja su pancita expuesta, el pantalón azul marino, el color del mar, sus zapatillas de neopren. Uno imagina a la mamá eligiendo el mejor calzado por si se mojaba su hijo. Es la imagen de la inocencia frente a lo devastador. La posición en la que el mar lo devuelve nos atraviesa como un puñal. Aylan está como dormido en una cuna, pero sabemos que no duerme. Su rostro está hundido en la arena mojada. Los brazos hacia atrás, inertes. Justo en la orilla, donde las olas lo siguen mojando. Un nene de tres años solo en la orilla. El mar lo trajo y casi con delicadeza parece haberlo dejado allí como prueba, denuncia. Los que somos madres y padres hemos visto acurrucarse a nuestros hijos en esa posición en sus cunitas.
La foto grita que ese niño no debería estar ahí, no debería estar así sino jugando junto a su hermano y sus padres en esa playa u otra.
Pero me atrevo a decir que no es una imagen sensacionalista, justamente creo que su fuerza es que se puede mirar. Verla produce un dolor inmenso pero no nos hace apartar la mirada. Ella produce dosis equilibradas de dolor, compasión y empatía.
Hay otras imágenes tomadas por la fotógrafa de la misma situación en las que se ve al policía que recoge al niño muerto. Con guantes de látex el funcionario alza su cuerpito inmóvil. Una de las tiras de su zapatilla está suelta y su ropa mojada. El policía toma nota, lo transporta: ¿Qué representa esa otra presencia? ¿burocracia, sensibilidad, desasosiego, impotencia? ¿Las diferentes reacciones europeas frente a la crisis? Muchos medios eligieron publicar esta otra imagen.
-Este ensayo fue inicialmente publicado en Anfibia, revista digital creada por la Universidad de San Martín.
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